Desde pequeña, en mi casa he oído que el día de San Valentín es una americanada que se ha esparcido por el mundo, como tantas otras. Como solo viví en Chile hasta los 12 años, no recuerdo el impacto real que tenía esta fecha allí. En mis años en Barcelona, el peso del 14 de febrero tampoco se sentía demasiado, puesto que los catalanes se reservan para la diada de Sant Jordi (23 de abril). Pero ahora que vivo en Londres, mundo anglosajón, me sorprende ver cómo en enero los escaparates cambian del tono verde-rojo navideño al empalagoso y abundante rosado y rojo, en espera de la llegada del amor.
¡¿Cómo?! ¿Del amor?
Si he de ser sincera, me parece un poco raro dar un día a los enamorados, pues siempre me ha parecido que si amas a alguien, debes celebrarlo cada día y no solo una vez al año.
Pero dejando de lado mis convicciones personales, cada 14 de febrero me sorprende darme cuenta del gran negocio que genera el amor. Las industrias se vuelven locas produciendo accesorios, dulces, flores, paquetes de viaje, todo con forma de un enorme corazón. Un corazón que si no regalas te arriesgas a perder, tras la posible decepción de la pareja.
La publicidad es tanta, y la bombardean por tantos medios, que cuando menos te lo esperas te encuentras deseando tener tu propia cena de San Valentín, o te ves comprando un enorme peluche con la frase "be my Valentine" en él.
¿Y si estás solter@ y sin compañía?
La verdadera alma de San Valentín |
¡Pero incluso eso lo soluciona la industria de San Valentín! Citas a ciegas normales o de un minuto, fiestas para encontrar pareja o para celebrar la soltería, cualquier cosa menos quedarte encerrad@ y amargad@ en casita.
Ya sé que celebrar San Valentín no es nada malo, cada loco hace lo que quiera, pero a mí la parafernalia de febrero se me hace aburrida y absurda.
Hace unos años era una aficionada al manga y en general a la cultura japoensa. Un día, leyendo una historia de San Valentín en un manga, pensé que una bonita idea de celebrar el día sería pasar del día "de los enamorados" al día "del chocolate", en el cual todas las personas, independientemente de si emparejadas o solas, pudiesen celebrarlo, aunque no caí en que los alérgicos al chocolate y los diabéticos no tendrían mucho papel en la celebración. Estaba tan metida en esa idea que pensé en hacer o comprar bombones para toda mi familia y amigas, aunque mi entonces escaso poder adquisitivo nunca me permitió tamaña inversión.
Aún así, hasta el día de hoy, cuando pienso en San Valentín, antes de corazones rojos o citas románticas, la imagen que me viene a la mente es la de una hermosa y luminosa montaña de barras de chocolate y bombones... ♥
¡Feliz día del chocolate!