Si no fuese porque el tráfico está atrofiado a esta hora de la mañana no me habría metido en este antro con olor a bacon frito y cubierto de fotos del Chelsea F.C.
Y cuando pensaba que ya nada podía pasar para que el local fuera más horrible (aparte del esfuerzo que estoy haciendo para acabarme este maldito café), el cliente de la mesa de enfrente se acaba de tirar un inmenso pedorro mientras se suena la nariz, de espaldas a mí.
El olor del English Breakfast me tiene harta. Solo espero que no se me quede en la ropa y me persiga el resto del día por Londres.
